sábado, 25 de junio de 2011

Este Blog permite enviar un aviso a 10 personas que se supone que pueden estar interesadas en leer lo que se publica en este Blog.

Por este motivo, te están llegando unos enlaces que te permiten acceder directamente a los artículos que van apareciendo.

Dado que no te avisé de que esto iba a producirse, puede darse la circunstancia de que estos correos te supongan una molestia o que no sientas ningún interés por acceder a los artículos.
Si es esto lo que te sucede, te ruego que me envíes un comentario a este mismo artículo indicando que no te incluya entre esas 10 personas. Con la mayor celeridad, y sin ningún tipo de molestia, procederé a suprimir tu dirección, pues son varias las personas que me han pedido que las incluya entre los que reciben estos avisos, los cuales están programados hasta bien avanzado el año 2012, pues desde que se reinició la publicación de "El Picón" he dejado de insertar artículos.


JULIO

Terrible mes de calor. Menos mal que el Múrtiga mantenía su curso. No faltaba el agua en ciertas charcas. Un agua que se mantenía limpia y que, por ello, hacía posible organizar un día de gira para refrescarse.
Preparar la comida no suponía un grave obstáculo. Nunca faltaba la socorrida tortilla de papas, que se llevaba hecha de casa. Completar el menú aún era más simple, pues, el pestorejo, el picadillo y el gazpacho se preparaban a orilla de la charca. Tampoco era extraño incrementar las viandas con algún pez que alguien sacaba de las aguas.
Además, el gazpacho admite tantos añadidos que es sumamente fácil enriquecerlo. Acompañado de peces o de higos, da igual. La higuera suele abundar en nuestro pueblo, por lo que no era muy difícil que los trozos de pan cedieran espacio a los de higos. Esta mezcla de sabores son las delicias de muchos.

Se salía de gira temprano, aprovechando la benevolencia de la temperatura de esas horas. Se trataba de alcanzar el Múrtiga antes de que “Lorenzo” esparciera sus rayos sobre todo lo que se encontrase bajo él.

El baño no era compartido por hombres y mujeres. Eso de la mezcla de sexos quedaba aún bastante lejos en el tiempo. “Los chicos con los chicos y las chicas con las chicas”. Ese era el lema de la época.
Así, los hombres podían lanzarse a la charca por la mañana. Esto sí, las féminas podían presenciar cómo unos hacían alarde de sus habilidades y facultades para desenvolverse en el agua. Unos buceaban, otros nadaban, algunos se contentaban con mantenerse a flote con todas las dificultades del mundo y los menos afortunados se mantenían en la orilla, adentrándose en la charca los pasos precisos para evitar que el agua alcanzase un nivel peligroso.
Después de comer, como la tarde es larga, había suficiente tiempo para que las mujeres tomasen su baño, sólo que en este caso los hombres eran alejados de la charca y ellas montaban un “cuerpo de guardia” con sus correspondientes centinelas.
Unas centinelas convenientemente apostadas para vigilar las posibles rutas de aproximación, de modo que si algún desaprensivo trataba de acercarse al lugar del baño daban la voz de alarma para que se tomaran las prevenciones oportunas: esto es, cubrirse con alguna toalla o esconderse detrás de una adelfa.

El Rodeo. El rodeo se llenaba de eras. En este espacio comunal se trillaba la mayor parte de los cereales y legumbres que se recogían en el pueblo.
Muchos días antes había visto Encinasola como por sus calles circulaban gran cantidad de mulos y burros cargados de trigo, cebada, avena, garbanzos, habas, etc. que procedentes de los más insospechados rincones de su término se encaminaban al Rodeo
El pozo del rodeo proporcionaba el agua necesaria para saciar la sed de las cabalgaduras. El agua no faltaba. Tampoco faltaba el sol, que caía con fuerza sobre las cabezas de los campesinos. El sombrero de paja era pieza imprescindible. No faltaba agua, ni sol, lo que sí faltaba algunos días era el viento, esa brisa que hacía posible la limpia. Sin brisa, día perdido.

La Estellesa. Todas las tardes llegaba gente al pueblo en la Estellesa. Maletas, abrazos, lágrimas de alegría. Tiempo de espera en la parada que, a veces, no se veían recompensadas con la llegada del esperado familiar, pues eso de acertar en las fechas no estaba asegurado al cien por cien.
Bueno, si llegaba el ser querido, abrazos, besos, narración de sucesos vividos, y si no llegaba, se volvía al día siguiente para ver si había más suerte.

Y la Plaza. Por la noche se iba a la Plaza a dar una vuelta y tomar el fresco que, dicho sea de paso, no es una de las cosas que ofreciera nuestro lugar de reunión, ya que el cemento que servía de pavimento guardaba el fuego, que no el calor, del día.
Se trataba de una toma del fresco original. Hoy se puede estar tomando cervezas o Coca-Colas hasta la madrugada. Entonces los bares cerraban a las once de la noche. A partir de este momento se podía estar sentado en el poyo del paseo de arriba, pero de veladores, cervezas y refrescos, nada.

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